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sábado, 15 de diciembre de 2012

LA CRUZ DEL MINISTRO

Jesús estaba en la cruz y se encontraba solo, él giro su mirada esperando ver a sus discípulos y no los encontró. De aspecto tímido debajo de la cruz un joven imberbe se encontraba lleno de mucho valor, solo su presencia demostraba cuan valiente.
El líder que muchas veces fue bañado por las manos que tocaban su humanidad, como olas tocan la arena. Apretado muchas veces por el gentío con hambre de una palabra, mientras otros con la esperanza puesta en un toque para su necesidad, en una ocasión exclamo, “alguien me ha tocado”, ¿qué cosa?, ¡todos querían tocarlo!, y él pregunta ¿quién? Ahora es él, quien necesita a uno de los suyos para heredar el cuidado amoroso de aquel ser tan especial que tomo su propia cruz y lo siguió hasta la suya.
La soledad fue su mejor aliado para relacionarse con su Padre, puedo imaginar cuanto anhelaba el tiempo en que nadie quisiera tocarlo y que nadie le pidiera un solo toque amoroso de él, no por esquivarles, más bien, por encontrarse a solas con su Aba. Ahora esa soledad deseada se convertía en un dolor indeseable al cual no podía divorciarse. Mientras la escena dolorosa de una mujer con su cruz debajo de la suya le partía el alma. ¡Pedro!, ¡Mateo! ¡mi madre!, ¿quién me la cuida?, seguro que las ganas de bajar no eran ausentes. ¿Qué podría hacer?, estaba clavado a su cruz.
Hoy como líderes, hemos llegado a sentir aquella misma impotencia que trae la soledad, el ministerio es un asunto de compañerismo donde el líder deposita confianza, amor, valor, y todo aquello necesario para hacer lo que se debe. La soledad ministerial trae muchos pensamientos de impotencia que nos conducen a un solo deseo, ¡bajarse de la cruz!
Es algo común escuchar a muchos líderes noveles decir de manera repetida y frustrante “no sigo”, “renuncio”, “no puedo más”. Esperando a alguien debajo de nuestra cruz para heredar un poco de carga ministerial.
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.” Mateo 16:24 RV60
He llegado a comprender que es tomar la cruz, antes de tomar la cruz existe un pedido siempre olvidado por nosotros, “niéguese a sí mismo”, creo que lo único a que nos hemos negado es al recuerdo de aquella decisión, ¡negarnos a nosotros mismos¡ Ya renunciamos a nuestra voluntad y le hemos cedido todo derecho legal a Dios sobre nuestros intereses, ¿por qué reclamamos nuestra voluntad?, esto se debe a que ya hemos renunciado a nuestra cruz, estar en la cruz es estar impotente para no operar en una voluntad propia. La cruz es un lugar donde se clavan nuestros sueños, deseos, plan de vida, costumbres, cultura, y todo aquello muy propio que nos da identidad.
Jesús revolvió su mirada y solo encontró al imberbe de Juan, “el discípulo amado”, a este le heredo su carga, ¡María! Qué bueno, Jesús encontró a uno bajo su cruz. Como líderes necesitamos encontrar colíderes o discípulos debajo de nuestra cruz para delegarles carga ministerial. El recurso más valioso que se encuentra en la iglesia es el humano y cuando este se encuentra ausente aumenta el deseo a bajar de nuestra cruz. Renunciar es la opción a la mano del líder frustrado. Otro problema a cual se enfrentó Jesús fue la ausencia de quien nunca había faltado ¡Dios!, él siempre había estado con Jesús como antes lo habíamos señalado, la soledad fue deseada para encontrarse con su Padre.
Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” Marcos 15:34 RV60
Ahora Dios había apartado su cobertura, otro ingrediente que se agrega a la receta amarga que el líder ingiere, es la falta de paternidad. El respaldo que se recibe por parte de quienes debieran estar ahí cuando sea demandado, es vital. Muchos líderes sin pensarlo dos veces e equivocadamente renuncian a su cruz, si Jesús que era Dios, no pudo soportar el peso de la soledad, ¿quiénes somos nosotros?
Puedo decir que el pecado no fue más pesado o doloroso, qué la ausencia de su Padre. Jesús no se quejó por el pecado de la humanidad que traspasaba su santidad, él se quejó por la ausencia de su Padre.

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